Los rebeldes abren un futuro de incógnitas en Siria
Diez días. Es el tiempo que necesitó la ofensiva iniciada el 27 de noviembre en Alepo para llegar a Damasco. Una operación coordinada desde el norte, que avanzó hacia la capital prácticamente sin resistencia y, hasta la fecha, sin derramar sangre.
"Entramos en Damasco con humildad y respeto", fueron las palabras que marcaron la entrada del líder del grupo Hayat Tahrir al Sham (HTS), Abu Mohammad al Golani, en Damasco, en medio de un clima de celebración que desde la tarde del sábado comenzó a extenderse por la ciudad.
Damasco se sumaba así a Alepo, Hama, Homs, Daraa y otras localidades del país, en un proceso que trasciende el liderazgo de HTS. La liberación no implica solo a grupos como el Ejército Nacional Sirio, respaldado por Turquía, o las Fuerzas Democráticas Sirias, lideradas por milicias kurdas, sino también un fuerte componente local y descentralizado que ha sido clave en el proceso.
Destaca en este contexto el papel de ciudades como Salamie, habitada por la mayor comunidad ismaelita del mundo, o Sweida, donde vive buena parte de la población drusa (una comunidad que combina elementos del islam, judaísmo, cristianismo y corrientes místicas). Esta última logró en cuestión de horas, y de forma pacífica, forzar la retirada de las fuerzas de Asad tras la caída de Alepo. Sweida, que durante años se mantuvo al margen del conflicto, inició a mediados de 2023 un ciclo de protestas populares con una notable participación de mujeres, conectando con las aspiraciones revolucionarias de 2011.
"Disuelto como un azucarillo"
La reciente ofensiva ha evidenciado la total incapacidad del régimen sirio de sostenerse sin ayuda de sus aliados internacionales, en particular Rusia e Irán.
"Sin sus aliados, el régimen se ha disuelto como un azucarillo", señalaba Yassin Swehat, periodista hispano-sirio y co-fundador del medio Al Jumhuriya, durante una emisión especial del programa La Zona la noche del sábado. Según Swehat, la respuesta del llamado "Eje de Resistencia" –integrado principalmente por Irán y sus satélites– se ha visto gravemente debilitada tras los acontecimientos recientes en la región. "Los crímenes del 7 de octubre, el genocidio perpetrado por Israel en Palestina y los ataques contra Líbano han mermado su capacidad de reacción", señaló.
Swehat también subrayó la precariedad estructural de las fuerzas de Asad, destacando que el régimen no supo capitalizar las victorias obtenidas gracias al apoyo militar ruso. "El régimen no ha dejado de precarizar a sus tropas hasta niveles grotescos, incluso después de las victorias que Rusia le regaló. Sin apoyo terrestre de sus aliados, ha quedado al descubierto su incapacidad para responder incluso a la más mínima ofensiva", explicó.
La liberación de Sednaya
Uno de los hitos más significativos de estos días ha sido la liberación de los presos políticos, un acto que simboliza el fin de décadas de represión y que responde a una de las demandas de reparación y justicia de la sociedad siria, a través de iniciativas como las del Foro de las familias sirias por la libertad. Las cárceles, emblema del carácter opresivo del régimen, han sido vaciadas. Entre las personas liberadas se encuentran algunas que llevaban desaparecidas desde la masacre de Hama en 1982.
Desde la primera tanda de liberaciones, los ojos estaban puestos en Sednaya, el mayor símbolo del terror infligido a la población siria. Situada a unos 30 kilómetros al norte de Damasco, esta localidad fue durante siglos un lugar de peregrinación y diversidad religiosa, conocido por conservar el uso del arameo. Pero su historia cambió radicalmente en los años 80, cuando Hafez Al Asad construyó allí la mayor prisión militar del país. Desde entonces, Sednaya se transformó en un "matadero humano en el que se torturaba a escala industrial", según informes de Amnistía Internacional y otras organizaciones de derechos humanos. La mañana del 8 de diciembre de 2024 Sednaya fue finalmente liberada, incluida su infame "sección roja", tres pisos bajo tierra.
La tarde del domingo, el hasta ahora primer ministro sirio Mohammed al-Jalali anunció su disposición a colaborar con cualquier liderazgo que sea elegido por el pueblo, en un gesto que parece alinearse con la transición gradual que se busca promover.
Ante los sirios se abren multitud de incógnitas, marcadas por la tensión entre las aspiraciones locales y las injerencias regionales y globales que han moldeado la historia reciente del país. Sin embargo, lo que ya es innegable es el fin de la dinastía Asad, un cambio que quedó reflejado en las celebraciones que inundaron las calles de las principales ciudades del país a lo largo de la jornada. También fuera de Siria, en ciudades como Madrid, donde la bandera tricolor verde, blanca y negra reemplazó a la del régimen en la embajada siria.